¡La peor droga del siglo XXI!

¡Qué rico es el sabor dulce! Es imposible resistirse a un bocadillo dulce, ya sea para pasar las penas, o para las alegrías o compartir con los amigos y la familia. Todo en equilibrio es posible, de lo contrario, nos estaríamos haciendo daño nosotros mismos. El azúcar es la droga del siglo XXI, entérate aquí de todos los detalles.

El irresistible sabor dulce

Nuestro cuerpo está preparado para detectar el sabor dulce. Hay sensores a lo largo del aparato digestivo desde la lengua hasta en el intestino y en el páncreas.

El azúcar es considerado como una sustancia potencialmente adictiva. Esa “adicción” es debida a que se activan las neuronas del centro del placer del cerebro.

Es la “droga” del siglo XXI y el problema es que no está prohibida su venta

El azúcar es un estimulante y, como tal, su consumo abusivo puede provocar la excitación, el exceso de energía, esto es especialmente relevante en los niños y adolescentes.

El gusto por el dulce es universal, en todos los países y a todas las edades, forma parte de nuestra vida desde la más tierna infancia.

Como dice el refranero “A quien le amarga un dulce”.  

El apetito que se puede tener a horas que no coinciden con las comidas principales favorece la ingesta de alimentos fáciles de consumir, que sacian rápidamente el hambre y son tan apetecibles que se hacen irresistibles.

Nada goza de mayor popularidad que los dulces, especialmente los tradicionales, cada pueblo, cada época del año, tiene los suyos. La lista de estos productos es muy larga y en muchos casos viene acompañada de tradición y de historia, del boca a boca de padres a hijos,…

Vamos a poner un ejemplo cercano. Acabamos de terminar las navidades y como colofón el roscón de Reyes, cuyo origen se remonta a muchos siglos, unos hablan que desde la época romana, otros lo sitúan en la edad media.

¿Quién no ha escuchado  después de una gran comilona: “ para el postre siempre tengo un hueco”.

Los dulces tienen muchas connotaciones, tanto físicas como emocionales y sociales:

  • El gusto por el dulce está enraizado con el primer alimento, la leche materna y por tanto se asocia a sensaciones de consuelo, placer, seguridad.
  • La inmediata sensación de energía extra, pasas de estar con las pilas vacías a tenerlas cargadas al máximo y continuar.
  • Compartir dulces es compartir alegría, compañerismo, solidaridad, buenos deseos, por eso siempre hay dulces en los momentos de fiesta, reuniones, y especialmente en las  celebraciones importantes (cumpleaños, bodas, etc).
  • La comodidad que nos puede suponer la bollería como recurso fácil en desayunos o meriendas  (no requiere preparación y suele ser económica).
  • Desde que somos niños nos premian con dulces, es tan habitual que no nos paramos a pensar, forma parte de la rutina, la tradición, pero hasta qué punto puede ser clave.
  • Puede que estas experiencias infantiles creen un aprendizaje que luego se repite a lo largo de la vida y ya no hace falta que sea alguien ajeno, compramos y consumimos dulces para premiarnos, calmarnos, consolarnos, es una herramienta contra el estrés, etc. En infinidad de situaciones,  los dulces,  son nuestra escapatoria o nuestro comodín para superar malos momentos, ante los problemas más rutinarios o los más graves.  En muchos casos se utilizan incluso en cantidades excesivas, pudiendo agudizar más los problemas que queremos solucionar.

Es muy interesante poder comprobar con un determinado grupo de personas, especialmente con adultos, cuáles son  los verdaderos motivos por los que consumen dulces, su frecuencia de consumo y las cantidades que pueden ingerir.

Aceptar todas estas realidades ayuda a comprender el comportamiento general de la población ante los dulces y también a tomar una actitud equilibrada.

¿Cómo deben plantearse los educadores, padres,  abuelos, el consumo de estos dulces? ¿Cuál es la postura más correcta?

A la mayoría de los niños, y a sus progenitores, les gustan, les entusiasman, entonces,  ¿qué hacer? prohibir, limitar el consumo, ofrecer otras alternativas más saludables, …

Lo primero es recordar que los adultos debemos intentar dar ejemplo a los niños, ser conscientes de que podemos ser un modelo para ellos.

Lo segundo, buscar el equilibrio, no hay que olvidar los 2 puntos más importantes, el punto de vista nutricional y el punto de vista psicológico. LA MODERACIÓN, pero no la NEGACIÓN. No hay nada que se desee más que lo prohibido, lo que no podemos obtener, pero debemos poner ciertos límites a su consumo.

Como dice el refrán “en el punto medio está la virtud”.

Si tenemos unos buenos hábitos alimentarios y un estilo de vida activo, un consumo esporádico de estos productos no resultará perjudicial.

¿Eres adicto al azúcar?

¿Sabes las consecuencias de consumir mucha azúcar?


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